23/9/09

Sobre la Importancia de la Dieta: las Vitaminas

Inteligencia Práctica: Administración de la Energía Física

LAS VITAMINAS son esenciales para la salud, y aun para mantenerse con vida. Sin ellas, sin su acción catalizadora, no se procesaría la compleja operación de fabricar, de aquello que comemos, los elementos de nuestro cuerpo. Aun diluidas en la proporción de cien millones, ellas actúan. Su carencia genera las llamadas avitaminosis, que se expresan en enfermedades como el beriberi, raquitismo, escorbuto, pelagra ; o molestias como la anemia, los dolores de cabeza, el desánimo, las perturbaciones dérmicas y visuales, etc.

De las 20 vitaminas que se conocen, 8 no pueden faltar en el hombre:

La vitamina A protege la piel, las mucosas y los ojos. Se encuentra en los alimentos de dos maneras : activa, directamente utilizable, o como CAROTENO (de CAROTTE, zanahoria), el cual, con la acción de un fermento del hígado, se hace activo como vitamina. Combate la llamada ceguera nocturna. Ha de suponer deficiencia de vitamina A si usted padece de forúnculos, acné, sequedad, manchas en la piel, picor en los ojos, pelo seco y quebradizo, pérdida de apetito o susceptibilidad excesiva a las infecciones.

Hechos recientes, de gran interés, han demostrado que la vitamina A tiene poder para inhibir el cáncer en algunos tumores de animales. Protege los tejidos corporales contra la infección, y en una asamblea de la Asociación Química Norteamericana, el Dr. Eli Seifter, de Nueva York, la describió como ‘poderoso agente contra los virus’, porque potencia notablemente la reacción de inmunidad del cuerpo. También ayuda a impedir las hemorragias. Los alimentos de color amarillo o verde son las fuentes más ricas. La vitamina A está en la manteca, la leche y los huevos. Las fuentes de caroteno son: calabaza, berro, lechuga, batata, remolacha, brócolis, zanahoria, achicoria, col, espinaca, pimiento, repollo, perejil, tomate, chaucha, ananá, banana, sandía y naranja.

La familia de la vitamina B tiene cerca de veinte miembros. La B1, o tiamina, fue la primera vitamina B que se descubrió. Es esencial para el funcionamiento del sistema nervioso central. También es la única substancia que evita el beriberi. Su falta puede causar tanto estreñimiento como diarrea. Puede afectar también la capacidad de concentración, la memoria, el estado de ánimo y la percepción, y provocar fatiga y depresión. Sin ella, los hidratos de carbono no son asimilados. Tiene una relevante acción en la glándula suprarrenal. Es en la cutícula que envuelve a los granos de cereales donde más se encuentra. Se halla también en gran cantidad en la levadura de cerveza, germen de trigo, leguminosas (poroto, lenteja, soja, garbanzo), en las frutas desecadas y en las oleaginosas (nueces, castañas, maní, etc.)

La vitamina B2, o riboflavina, es esencial para el crecimiento, activadora del apetito y necesaria para las funciones normales de la piel.
Indispensable para la vista, cura la ceguera nocturna. Está en la levadura de cerveza, leche, huevos, quesos, papas, brócolis, arvejas, espinaca, chaucha y frutas oleaginosas.

La vitamina C, o ÁCIDO ASCÓRBICO, evita el escorbuto. Su acción es versátil, auxilia a la función respiratoria y a la formación de glucógeno en el hígado, concurre al buen funcionamiento de la glándula suprarrenal, contribuyendo a la conservación de cartílagos, dientes y vasos sanguíneos. Es importante señalar que el ácido ascórbico no es una sustancia peligrosa. En la literatura médica se lo describe como ‘virtualmente no tóxico’.

La necesidad de vitamina C adicional en el hombre es muy lógica. Los animales disponen en su mayoría de las enzimas necesarias para sintetizar su propia vitamina C. El hombre y los monos, no. Los animales que fabrican vitamina C parecen producirla en notables cantidades al nivel de saturación de los tejidos. Esto llevó a los doctores Irving Stone y Linus Pauling a pensar que la dosis adecuada para el hombre debía ser de 2000 miligramos o más, y a recomendar vitamina C en dosis elevadas, sobre todo para el catarro. La vitamina C ha sido reconocida ya como elemento esencial para la formación del tejido conectivo denominado colágeno. A este respecto, impide que las encías sangren y que los vasos sanguíneos se rompan fácilmente, y acelera la curación de las heridas.

Ayuda también a eliminar la acumulación de metales tóxicos, cobre, plomo y mercurio, y ha prolongado incluso la vida en casos desesperados de cáncer.

La vitamina C también parece neutralizar algunos efectos del tabaco. Varios estudios han confirmado los efectos beneficiosos de la vitamina C en la arterioesclerosis. Su eficacia puede deberse al hecho de que es esencial para la transformación del colesterol en bilis, que puede expulsarse.

El Doctor Richard Passwater, autor de la clásica obra ‘SUPERNUTRITION’, afirma que la vitamina C puede protegernos contra los carcinógenos (sustancias químicas que generan cáncer).
El Doctor Carl Pfeiffer ha demostrado que la vitamina C reduce la ansiedad, en cuantía medible con electroencefalograma. Y los doctores Kubala y Katz lograron demostrar que producía un aumento significativo de la 'viveza mental' y que se producía un aumento en el cociente de inteligencia de los niños a los que se daba suficiente vitamina C para elevar su nivel en la sangre.

Tanto el renombrado Dr. Linus Pauling, químico, físico, cristalógrafo, biólogo molecular e investigador médico, dos veces premio Nóbel, como Albert Szent-György, quien separó por primera vez el ácido ascórbico, coinciden en que se pueden ingerir grandes cantidades de vitamina C sin el menor riesgo.

“La vitamina C, dice el Dr. Pauling, y las otras vitaminas, actúan principalmente como refuerzo de los mecanismos de protección naturales del cuerpo humano, particularmente el sistema de inmunidad, para incrementar la efectividad de las enzimas al catalizar las reacciones químicas”.

Esta vitamina se encuentra principalmente en las frutas cítricas: limón, naranja, pomelo y mandarina. También se encuentra en las coles, las fresas, las arvejas, ciruelas y nabos. Es muy frágil, se altera rápidamente en contacto con el aire y la ebullición.La vitamina D se necesita en dosis ínfimas. Es sin embargo imprescindible en la formación, crecimiento y conservación de los huesos. La acción de los rayos ultravioletas del sol sobre las grasas naturales de la piel produce la vitamina D. Hay pocos alimentos que la contienen: manteca, leche, quesos grasos, yema de huevos y castañas de cajú.

La vitamina E parece tener un efecto beneficioso en la curación de las heridas y en la formación de cicatrices. Podría ayudar a prolongar el proceso de envejecimiento humano. La contienen el trigo, las verduras, la leche y los huevos.

La vitamina K actúa en la coagulación de la sangre. Se encuentra principalmente en los tomates y en el hígado.

Cuando el Doctor Steven Smith cumplió los 100 años, se le preguntó qué régimen seguía para haber alcanzado semejante edad. Y respondió: "Cuide su estómago durante los primeros cincuenta años, que él cuidará de usted durante los cincuenta siguientes".

Abel Cortese

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